En el andar por mis procesos, me he ido dando cuenta de que
existe una enorme diferencia entre estos tres conceptos y me parece importante
conocer esas diferencias para ver en qué punto estamos respecto de nosotros
mismos, de los demás y del mundo.
Creo que es especialmente difícil para la energía masculina
llegar a la comprensión total de esto ya que requiere una mayor apertura a lo
sutil. La energía masculina, más identificada con la razón y la mente que con
la intuición y lo intangible, necesita más que nunca ahora, tiempos de grandes
cambios energéticos y expansión de conciencia, integrar lo femenino para lograr
poco a poco una mayor plenitud del Ser. Por otra parte, lo femenino, por
milenios sometida (en esta vuelta de los
ciclos galácticos) necesita ahora volver a valorar lo masculino e integrarlo
equilibradamente en su Ser para desarrollar la compleción.
“Hay que resignarse”, solía escuchar en múltiples
situaciones desde mi temprana infancia y desde entonces algo se retorcía dentro
de mí. Entendí, conforme fui creciendo,
que la resignación tenía que ver con un fatalismo y unas emociones relacionadas
con la ira controlada, el resentimiento y la impotencia ante situaciones y
hechos sobre los cuales mi sentir y
opinión no tenían la más mínima oportunidad de existir. La religión y sus
dogmas, la tiranía en el hogar, la violencia en las calles, las carencias emocionales
en todas sus expresiones, el colegio y sus estructuras algunas obsoletas y
otras inútiles, eran situaciones que me obligaban a “resignarme”. Luego fue el
matrimonio, “hay que resignarse”…hasta que no pude resignarme más ante nada.
Luego escuché de la “Tolerancia”, esta idea parecía más
bonita, “Yo tolero por amor” parecía una nueva consigna.
“¿Dónde está la tolerancia hacia las diferencias de razas,
de ideologías, de estatus económico, cultural y social? ¿Dónde está la Tolerancia hacia las
diferencias de carácter con mi pareja, con mi hermano, con mi compañero de
trabajo?”
Entonces estaba entrando en juego un nuevo movimiento en el
cual seguía teniendo su parte primordial “la mente, la razón, el cerebro”. Estábamos llegando a una comprensión mayor de
las cosas, ya no se trataba sólo de “resignarse” fatalmente y agachar la cabeza,
ahora llegábamos a una comprensión de “por qué” las cosas y las personas son
como son, por medio de un estudio sicológico o por medio de intensos procesos
espirituales estábamos llegando a “comprender” mucho. Nació la “Tolerancia” y
una nueva forma de ver que ayudó a manejar mejor las relaciones personales y
con el entorno. Sin embargo, allá en el fondo del nuestro Ser, aún persistía
cierta ira, cierta resistencia y resentimiento hacia las personas y situaciones
que nos duelen, sofocan e irritan. Cuando no, una especie de superioridad
complace el ego que alega ser más preparado, más trabajado, más iluminado que
los demás…..
Mente, sólo mente, porque si de verdad fuéramos más
avanzados o iluminados que “los otros” no tendríamos ira, ni dolor, ni
resentimiento y, tampoco, sentiríamos que somos superiores porque nuestra “espiritualidad”
es mejor que la del otro o porque he tenido mayor acceso a escuelas, libros,
talleres, etc. para adquirir el conocimiento.
En mi experiencia personal, muchas situaciones que me han
sido difíciles han pasado por los tres estados, primero la resignación, luego
la tolerancia y…..estoy trabajando en la “Aceptación”.
¿Qué es la ACEPTACION?
Llegar a la “aceptación” plena del otro y del mundo y la
experiencia humana tal como es, requiere un tremendo proceso de
autoconocimiento, limpieza emocional y, finalmente, requiere de la conexión
cada vez más estable y firme, de “mente
y corazón”. Corazón, porque es el
centro en donde está tu potencial divino, donde late el puente hacia la
Conciencia Superior y, por ende, de la Sabiduría y el Conocimiento, un
conocimiento que va más allá de lo adquirido desde nuestro estado humano. Mente,
porque es, de nuestros cuerpos, el que más carga energética densa se va echando
encima, el que más estructura rígida se
va erigiendo en torno a sí misma teniendo sin embargo maravillosos
potenciales de cambio y aprendizaje.
Por lo tanto, llegar a la “aceptación” no es tan fácil como
decirlo ni es tan suave como el sonido de su pronunciación. Si estás
resintiéndote por las situaciones y las actitudes de otros, es que no has
llegado a la aceptación. Si necesitas emitir juicios, descalificas a los que no
viven la espiritualidad a tu manera y según lo que tú crees superior, si ante
situaciones cotidianas te levantas en ira y reproches, entonces no has sanado
ni has aceptado, ni a ti ni a los demás ni a la vida.
La Aceptación te encuentra cuando ante situaciones de
conflicto tu corazón no se duele, tus intestinos no se retuercen ni tu ego
necesita defenderse. Estás en aceptación cuando ya ni siquiera esperas que las
cosas sean diferentes, estás en paz con todo y sólo te preocupas de TUS
procesos porque no necesitas compararte; sabes sin necesidad de conflicto,
cuándo quedarte, cuándo partir; cuándo hablar y cuando callar; qué cosas estás
dispuesto a tener en tu vida y qué cosas, simplemente ya “no más” y no porque
no aceptes - aceptar no significa “tenerlo
en tu vida”- sino porque te has hecho conciente de ti mismo y sabes qué
experiencia te construye y cuál no.
Si llevamos todo esto al estado actual de la Humanidad
completa, en qué estado estamos?
Resignación? Creo que
ya no. Miles y miles se levantan contra tantas cosas.
Tolerancia?
Apenas.
Aceptación? Falta mucho
para eso. La Aceptación a nivel de
Humanidad requiere urgente limpieza de registros emocionales, limpieza de
improntas energéticas densas; limpieza de egos.
Todo un proceso que primero es, como en lo personal, un reconocer
lo que hay y cambiar lo que haya que cambiar por medio de un “despertar” de la
ignorancia de qué y quienes somos.
Entonces, en qué estado estás, honestamente?
Quizás reconocerlo íntimamente te ayude a ver por dónde
seguir.
Bárbara Belmar Menanteau (c)