ALQUIMIA, UN CAMINO DE AUTOTRANSFORMACION:

Por medio de un gradual y profundo autonocimiento y comprensión de la vida, así como de otros conocimientos y herramientas, irás descubriendo tu grandeza y dejarás atrás tanto de tu dolor que un día dirás que ese del pasado no pudiste ser tú!

martes, 30 de julio de 2013

RESIGNACION - TOLERANCIA - ACEPTACION


En el andar por mis procesos, me he ido dando cuenta de que existe una enorme diferencia entre estos tres conceptos y me parece importante conocer esas diferencias para ver en qué punto estamos respecto de nosotros mismos, de los demás y del mundo.

Creo que es especialmente difícil para la energía masculina llegar a la comprensión total de esto ya que requiere una mayor apertura a lo sutil. La energía masculina, más identificada con la razón y la mente que con la intuición y lo intangible, necesita más que nunca ahora, tiempos de grandes cambios energéticos y expansión de conciencia, integrar lo femenino para lograr poco a poco una mayor plenitud del Ser. Por otra parte, lo femenino, por milenios sometida  (en esta vuelta de los ciclos galácticos) necesita ahora volver a valorar lo masculino e integrarlo equilibradamente en su Ser para desarrollar la compleción.

“Hay que resignarse”, solía escuchar en múltiples situaciones desde mi temprana infancia y desde entonces algo se retorcía dentro de mí.  Entendí, conforme fui creciendo, que la resignación tenía que ver con un fatalismo y unas emociones relacionadas con la ira controlada, el resentimiento y la impotencia ante situaciones y hechos  sobre los cuales mi sentir y opinión no tenían la más mínima oportunidad de existir. La religión y sus dogmas, la tiranía en el hogar, la violencia en las calles, las carencias emocionales en todas sus expresiones, el colegio y sus estructuras algunas obsoletas y otras inútiles, eran situaciones que me obligaban a “resignarme”. Luego fue el matrimonio, “hay que resignarse”…hasta que no pude resignarme más ante nada.

Luego escuché de la “Tolerancia”, esta idea parecía más bonita, “Yo tolero por amor” parecía una nueva consigna.

“¿Dónde está la tolerancia hacia las diferencias de razas, de ideologías, de estatus económico, cultural y social?   ¿Dónde está la Tolerancia hacia las diferencias de carácter con mi pareja, con mi hermano, con mi compañero de trabajo?”

Entonces estaba entrando en juego un nuevo movimiento en el cual seguía teniendo su parte primordial “la mente, la razón, el cerebro”.  Estábamos llegando a una comprensión mayor de las cosas, ya no se trataba sólo de “resignarse” fatalmente y agachar la cabeza, ahora llegábamos a una comprensión de “por qué” las cosas y las personas son como son, por medio de un estudio sicológico o por medio de intensos procesos espirituales estábamos llegando a “comprender” mucho. Nació la “Tolerancia” y una nueva forma de ver que ayudó a manejar mejor las relaciones personales y con el entorno. Sin embargo, allá en el fondo del nuestro Ser, aún persistía cierta ira, cierta resistencia y resentimiento hacia las personas y situaciones que nos duelen, sofocan e irritan. Cuando no, una especie de superioridad complace el ego que alega ser más preparado, más trabajado, más iluminado que los demás…..

Mente, sólo mente, porque si de verdad fuéramos más avanzados o iluminados que “los otros” no tendríamos ira, ni dolor, ni resentimiento y, tampoco, sentiríamos que somos superiores porque nuestra “espiritualidad” es mejor que la del otro o porque he tenido mayor acceso a escuelas, libros, talleres, etc. para adquirir el conocimiento.

En mi experiencia personal, muchas situaciones que me han sido difíciles han pasado por los tres estados, primero la resignación, luego la tolerancia y…..estoy trabajando en la “Aceptación”.

¿Qué es la ACEPTACION?

Llegar a la “aceptación” plena del otro y del mundo y la experiencia humana tal como es, requiere un tremendo proceso de autoconocimiento, limpieza emocional y, finalmente, requiere de la conexión cada vez más estable y  firme, de “mente y corazón”.   Corazón, porque es el centro en donde está tu potencial divino, donde late el puente hacia la Conciencia Superior y, por ende, de la Sabiduría y el Conocimiento, un conocimiento que va más allá de lo adquirido desde nuestro estado humano. Mente, porque es, de nuestros cuerpos, el que más carga energética densa se va echando encima, el que más estructura rígida se  va erigiendo en torno a sí misma teniendo sin embargo maravillosos potenciales de cambio y aprendizaje.
Por lo tanto, llegar a la “aceptación” no es tan fácil como decirlo ni es tan suave como el sonido de su pronunciación. Si estás resintiéndote por las situaciones y las actitudes de otros, es que no has llegado a la aceptación. Si necesitas emitir juicios, descalificas a los que no viven la espiritualidad a tu manera y según lo que tú crees superior, si ante situaciones cotidianas te levantas en ira y reproches, entonces no has sanado ni has aceptado, ni a ti ni a los demás ni a la vida.

La Aceptación te encuentra cuando ante situaciones de conflicto tu corazón no se duele, tus intestinos no se retuercen ni tu ego necesita defenderse. Estás en aceptación cuando ya ni siquiera esperas que las cosas sean diferentes, estás en paz con todo y sólo te preocupas de TUS procesos porque no necesitas compararte; sabes sin necesidad de conflicto, cuándo quedarte, cuándo partir; cuándo hablar y cuando callar; qué cosas estás dispuesto a tener en tu vida y qué cosas, simplemente ya “no más” y no porque no aceptes  - aceptar no significa “tenerlo en tu vida”- sino porque te has hecho conciente de ti mismo y sabes qué experiencia te construye y cuál no.

Si llevamos todo esto al estado actual de la Humanidad completa, en qué estado estamos?
Resignación?  Creo que ya no. Miles y miles se levantan contra tantas cosas.
Tolerancia?   Apenas.  
Aceptación?   Falta mucho para eso.  La Aceptación a nivel de Humanidad requiere urgente limpieza de registros emocionales, limpieza de improntas energéticas densas; limpieza de egos.
Todo un proceso que primero es, como en lo personal, un reconocer lo que hay y cambiar lo que haya que cambiar por medio de un “despertar” de la ignorancia de qué y quienes somos.

Entonces, en qué estado estás, honestamente?

Quizás reconocerlo íntimamente te ayude a ver por dónde seguir.

Bárbara Belmar Menanteau (c)