Sentada frente al computador, intento digerir la noticia preciosa que me ha dado mi hija. Sabíamos que este sería el resultado, pero no quise pensar en ello antes de ahora.
Crié a mis hijos incentivándolos siempre a ser muy independientes, tomar decisiones, buscar lo suyo y luchar por ello. Sabía que esa crianza me cobraría un precio e intentaba prepararme para las consecuencias de su independencia pensando en que serían muy felices auto descubriéndose sin restricciones y creyendo que para cuando las cosas comenzaran a ocurrir yo ya estaría lista para no tenerlos cerca. Cada vez que los veía dar un paso me decía “está bien, así debe ser” o “sí, estás tomando las riendas de tu vida, pero todavía te puedo disfrutar un poco”. Más de alguna vez debí decir algo como “sé que eres capaz de hacerlo solo (a) pero déjame ser mamá!” .Más de alguna vez nos enojamos, pero el cariño siempre ganó. Cuando no estuve de acuerdo con sus decisiones se los hice saber sin presiones y sin hacerlos culpables, sin poner en sus corazones las angustias mías ni las expectativas que casi siempre los padres ponen en sus hijos, tratando de que ellos les alimenten los egos y les den la “realización” que los padres sienten que no podrán conseguir ya por sí mismos. En teoría, yo sería perfectamente capaz de verlos alejarse paso a paso, de abrir mis brazos para dejarlos SER. En la práctica lo he hecho, pero no ha sido así para mi corazón, me imagino que es así para la mayoría de las madres (y padres?), uno nunca está del todo lista para no verlos, no escucharlos, no saber de ellos, no saber cuándo podré volver a abrazarlos. Muchas veces la nostalgia por su presencia duele profundamente.
En el camino espiritual que sigo se nos enseña a amar sin el apego que duele y he podido crecer en esta forma de amar...sin embargo, la separación de los hijos pone a prueba lo aprendido. Me queda claro que me falta mirar esta parte del camino.
La separación no existe, es sólo una ilusión, más aún cuando hay tanto amor uniendo a las personas en cuestión. Pero me tomará un tiempo que quizás sea el resto de la vida, no lo sé.
Primero fue mi hijo, precioso ser, inteligente y astuto, con un ángel que encanta a la gente, gruñón e inflexible, decidido y valiente. Yo creí que se iba de Chile sólo por unos meses para recorrer una parte del mundo y hacer el trabajo para el que iba, pero el interminable e intenso abrazo que me dio en el aeropuerto, antes de partir, le dijo a mi corazón que pasarían demasiados años antes de volver a abrazarlo.
Hoy es mi hija, maravillosa, inteligente, intensa, decidida, quien me anuncia su partida puesto que ha sido aceptada en una universidad de Canadá para continuar sus estudios de Sicóloga. Saber que allá la espera su novio me anuncia que quizás tampoco volverá…
Y sé que mi hijo menor, luchador por excelencia, perseverante, inteligente, especialmente amoroso conmigo, también se irá en un par de años para perfeccionar sus estudios al terminar la universidad, en un área que en Chile no está muy desarrollada.
A mi parte humana se le aprieta el corazón y gime…a mi parte humana-divina se le ocurre agradecer y sentirse tremendamente orgullosa de mis hijos…de cómo fueron en cada uno de los años vividos conmigo y de cómo son ahora. Orgullosa y agradecida de haber sido su madre y ser el medio por el cual aprendieron algunas cosas, haberlos tomado en mis brazos, secado sus lágrimas, haber jugado con ellos rodando por el pasto. Ellos, mis Maestros…que me enseñaron a amar como hasta entonces yo no podía amar, me enseñaron a ser feliz en medio de un mundo que entonces me resultaba enemigo, me enseñaron a ver mis limitaciones a fuerza de tanto amarlos. Ahora me enseñan el desapego.
La separación no existe, los seres que se aman se encuentran una y otra y otra vez….
Los seres que se aman, permanecen unidos.
Y de verdad les digo que eso es lo que siento cuando me uno a ellos en meditación…es a mis dedos de carne que les duele no acariciar sus cabezas, a mis oídos de madre les duele no escuchar sus voces y sus risas y es a mis ojos húmedos que les duele no verlos llegar con un "besote" a saludarme…
Sí, todavía me falta andar por el maravilloso camino del aprendizaje….
¿No es hermosa la vida? ¡!!
Bárbara Belmar Menanteau
En medio de tanto caos todo parece perdido,pero las mismas energías que están poniendo en evidencia lo que está mal, son las que promueven el cambio hacia una Nueva Humanidad. Atrévete a ser parte de los que apuestan por una vida mejor para todos, atrévete a comenzar el cambio partiendo por tí mismo, atrévete a ser un alquimista.
ALQUIMIA, UN CAMINO DE AUTOTRANSFORMACION:
Por medio de un gradual y profundo autonocimiento y comprensión de la vida, así como de otros conocimientos y herramientas, irás descubriendo tu grandeza y dejarás atrás tanto de tu dolor que un día dirás que ese del pasado no pudiste ser tú!
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