De las dos
emociones básicas de todo ser humano, amor y miedo, es el miedo el que en sus
múltiples caretas y manifestaciones
interfiere nuestra vida adulta de
manera negativa. Normalmente, es de manera muy inconsciente que aun cuando ya
somos adultos, emociones de niño que no han sido “digeridas” adecuadamente permanecen enquistadas en
nuestra psique controlando nuestras emociones, reacciones y decisiones como un
viejo programa que se repite una y otra vez.
Debemos traer
sobre nuestra mesa de trabajo, todos los recuerdos que nos puedan ayudar a
explicar el origen de estas programaciones claramente negativas y a veces
nefastas.
Hay formas de
trabajar en ello, aquí algunas maneras.
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